Por: Gisela Morales
Nos pasamos la vida compitiendo con otras personas y se nos olvida que nuestro mayor rival está frente a nosotros todos los días al vernos en un espejo. Tu eres tu mayor contrincante, su mejor competidor, tu motivación, tu peor enemigo o tu mejor amigo….
Se nos olvida que nuestro enfoque en la vida debería ser el buscar el crecimiento personal y el romper nuestros propios records. Tengo la dicha de haber descubierto esto desde una temprana edad y gracias a las observaciones de mis padres.
En las competencias me preocupaba mucho por ganarle a la del lado y me recuerdo que aunque siempre fui alta, era una niña muy flaquita y las competidoras más musculosas o grandes me intimidaban un poco. Después de una competencia me recuerdo mis padres dándome un consejo esencial en la vida que me gustaría compartir con ustedes.
Me dijeron lo siguiente en resumen pues no recuerdo las palabras exactas pero fue algo así: Como esperas superar a las demás, si no te has superado a ti misma primero. La competencia no es contra tu vecina, úsalas para motivarte y para ayudarte a ganarle a tu peor rival, TÚ. Es una competencia contra el reloj, contra tu mejor marca. Si constantemente mejoras tu marca y te enfocas en ser mejor que ayer, los resultados vendrán solos.
Este consejo me lo dieron aproximadamente a los 14 años o 15 años y desde ese momento, no me han importando tanto las medallas pues nada sirve ganar ORO y haber hecho 10 segundos arriba de mi mejor marca. Esto no significa ser la mejor, esto significa que el nivel no ha mejorado y es por esto que nuestro enfoque debe ser siempre en ser la mejor versión de nosotros mismos en todas las áreas de nuestra vida. Ser una mejor mujer, esposa, madre, empresaria, atleta, etc.
Es así que si estás pasando por un momento difícil, mirate en el espejo y date cuenta que eres tu peor enemigo o tu mejor amigo. Si estás repitiendo palabras negativas y tú estás saboteando tu vida, debes hacer algo para mejorarlo. Enfócate en mejorar cada día y verás como los resultados vendrán por sí solos. Es un camino duro y difícil pero valdrá la pena y disfrutarás aún más de los frutos del trabajo.
Hoy agradezco esa gran educación que mis padres sembraron en mí pues hoy disfruto de los frutos de esa educación y de ese gran trabajo que ellos hicieron. Si logro sembrar en mis hijos esta educación, podré decir que he sobresalido en mi vida.