El magnate republicano, de 70 años, ha prometido engrandecer nuevamente a EE.UU. Pero la gran pregunta es a costa de qué o de quienes. Trump se lanzó con grandes ideas como el impulso de la economía a través de mayor inversión en infraestructura y el fortalecimiento de la seguridad nacional.
Sin embargo, una de sus más grandes promesas es expulsar a los más de dos millones de inmigrantes ilegales radicados en EE.UU.
Otra de sus controversiales propuestas fue la construcción de un muro con México e imponer un mínimo de dos años de prisión a los migrantes indocumentados que busquen cruzar a territorio estadounidense. La agenda de Trump pareciera buscar cancelar el trabajo ejecutado por Obama en sus últimos años al poder. Como por ejemplo, relanzar el oleoducto Keystone XL detenido por Obama.
En materia comercial también pareciera querer marcar la diferencia, al buscar una renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) y salir de la Asociación Transpacífica (TPP). Otro de los puntos de su agenda, pero también perjudicial, es la supresión del pago a programas de la Organización de las Naciones Unidas contra el cambio climático.
Tal parece que esta agenda del magnate empresario podría marcar la diferencia en EE.UU hasta el punto de cambiar el rumbo actual del país, encaminado por el presidente Obama, para quien el principal motor de cambio fueron las personas. Sin embargo, para Trump pareciera que la transformación la marca el poder, la imposición y el dinero.
La agenda del territorio estadounidense se ve fragmentada entre una candidata que busca encontrar un terreno común, contra un plan de grandeza para EE.UU a expensas del desarrollo de las personas.
Será solamente una agenda la elegida, frente a dos posturas abismales, donde una de ellas podría cambiar el rumbo del territorio estadounidense.