Por Julio Abdel Aziz Valdez
Y bueno, como era de esperarse las manifestaciones contra la propuesta de presupuesto 2021 y contra de la gestión del actual gobierno de pasar a un par de decenas de personas en el parque en dos sábados pasó a miles y bueno con la consiguiente violencia y vandalismo, pero como la espuma de la leche hirviendo, no más se alcanzaron acuerdos para compartir el poder con el rebelde vicepresidente, pues como arte de magia las muestras de repudio callejero disminuyeron ostensiblemente , el vandalismo mostrado en las ultimas manifestaciones no son más fuertes o significativos que los destrozos provocados por las barras bravas de algún equipo de futbol.
Si acaso el despliegue de discursos lastimeros junto con los pregones de guerra de la izquierda en estas ultimas semanas, se une para variar la versión fundamentalista del esencialismo étnico de una agrupación que reclama para si el reconocimiento de lo indígena o lo maya en su definición política.
Una organización pluribarrial de un área no muy grande del municipio de Totonicapán que responde consuetudinariamente a llamados a la rebelión que la versión cultural de la izquierda en occidente de Guatemala. No es representativa del municipio y menos aún del departamento, uno entre muchos que contienen la misma proporción de población autodefinida como indígena, pero ¿Qué hace que esta organización tenga tan buena cobertura mediática?
Contradictoriamente la primera fuente de la buena prensa de esta agrupación es el mismo Estado, el mismo que gobierno a gobierno acude a “su representación emblemática” para presentarse como los adalides del enfoque multicultural, instituciones y funcionarios hacen su cola para presentarse con la ya muy ligth junta directiva de los 48 cantones, profesionales y políticos han sustituido a los ancianos, agricultores y pequeños comerciantes de antaño.
La otra fuente de su reconocimiento se encuentra en los académicos y periodistas correctivos, aquellas ávidas mentes que buscan y si no inventan a los héroes de la resistencia y los encuentran donde sea, incluso en las practicas impositivas y extorsivas a las que acude esa organización comunitaria. La mente del intelectual de izquierda es la que ha convertido todo el accionar sedicioso y vandálico en actos de resistencia, han convencido a aquellos políticos de lo micro en figuras morales de lo macro, les convenció que los 48 Cantones es la vanguardia de lo maya, es el llamado a imponer una visión tan antidemocrática de una constitución plurinacional, donde seguramente el ansia de poder tan enervante y embriagador afecta el criterio de quienes en su pequeño mundo intentan imponer una visión que ni los propios indígenas en su mayoría, expresada en las urnas, comparte con aquellas figuras mesiánicas.
Si acaso el ver pañuelos verdes, afortunadamente pocos, en las manifestaciones mencionadas el comenzar a divisar al fundamentalismo esencialista de los etnicistas se constituyen en la cereza sobre el pastel, la confirmación del secuestro de la crítica a la corrupción endémica en el Estado por el de “hay que cambiar el sistema” es la vuelta a la narrativa de la violencia, al desprecio de la democracia.
No hay que engañarse en estas consignas no hay nada de pacífico en el bloqueo de una carretera, el impedir el comercio que contradictoriamente afecta más a quienes asumen que están representando, pero en su eterna egolatría sostienen que los inconvenientes de estar parado en una carretera por 5 horas allanan el camino a la revolución.
La intelectualidad correctiva pronto asalta las redes, las únicas que ha demostrado ser capaces de asaltar, y hace del delito una virtud, ¡vaya vendedores de la miseria! Y de las pérdidas de millones de quetzales “son un mal que están dispuestos a aceptar” como diría el Rey Dulok en Shrek, en función de su idea de revolución ciudadana es permisible elevar el nivel de etnocentrismo de comunitarios que sueñan con el poder como cualquier político criollo.