Por: Donald Rodas
Han pasado ya varios días de la convulsión política que ocasionó la tensa relación entre el presidente Jimmy Morales y el comisionado Iván Velásquez. Toda Guatemala amaneció el domingo 27 de agosto con una diversidad de opiniones, criterios y juicios tras escuchar el irregular mensaje del señor presidente que poco a poco fue aclarándose y tomando forma. Esta incertidumbre permitió que los guatemaltecos vivieran nuevamente frenesí político tomando partido en diferentes bandos, utilizando las redes sociales y los medios de comunicación para comunicar sus criterios y en muchos casos, juicios y sentencias, y volver a salir a las calles a protestar en favor de uno o de otro.
Mi opinión el día de hoy no es para expresar una postura ni a favor ni en contra de ninguna de las personas involucradas, y ni siquiera a la evaluación de las instituciones expuestas en este “relajo político”. Mi opinión es la preocupación en que nadie se ocupa por la necesidad de calma que nuestra frágil y débil economía requiere.
Nuestras carreteras penden de un hilo, los negocios en el país son cada vez más frágiles y la necesidad de plataformas de promoción comercial y empresarial son fundamentales para poder financiar la tan ansiada prosperidad. Pero nadie se ha puesto a pensar que esta zozobra política solamente ahuyenta la inversión internacional e incluso la nacional, ya que desincentiva la actividad productiva, la única que provee de ingresos y empleo a las familias guatemaltecas.
Una crítica de mi parte siempre ha sido qué dentro del Estado de Guatemala, ninguna institución tiene como objetivo el crecimiento económico expresado como un resultado necesario para su existencia; y sin crecimiento económico, la tan anhelada prosperidad será solamente un sueño más.
Una solicitud de todos los guatemaltecos debe ser siempre que todas las acciones de política pública, y las decisiones en pro de la soberanía y no sé qué más cosas se quieran defender, estén estrechamente vinculadas con el crecimiento económico y la prosperidad, ya que tener ese divisionismo político y hacer crecer la tensión como la vivimos en el año 2015, no es sano para nuestras empresas, nuestras familias y nuestros bolsillos.
