Por: Jorge A. Samayoa Azmitia.
Columnista de PERSPECTIVA
La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es una cultura de negocios que bajo el firme compromiso de todos los colaboradores de una empresa, puede garantizar la rentabilidad económica y la sostenibilidad en un lugar y tiempo determinado, por parte de una organización. Bajo el “paraguas” de la RSE, las empresas y sus estrategias no sólo se enfocan en los clásicos intereses económicos ni en sus actores tradicionales que regularmente son accionistas, clientes y colaboradores; sino que entienden que su operación impacta a grupos más amplios identificados como grupos de interés (stakeholders) quienes en su conjunto, trazan la ruta de la empresa en materia de RSE y es esta, la que al final garantiza la sostenibilidad de las empresas en el largo plazo.
La materialidad se refiere a todos los temas relevantes de una empresa y hacerse responsable de los principales impactos y riesgos asociados hacia sus grupos de interés, así como en su área de influencia, lo cual deberán reportar por medio de informes de sostenibilidad. Dicha materialidad supone que la organización debe tener en cuenta las necesidades y expectativas de sus stakeholders en la toma de decisiones y su planeación estratégica, afrontando en todas las dimensiones la RSE, así como todas sus actividades e impactos, directos e indirectos.
Es importante considerar que no existen grupos de interés insignificantes, cualquiera de ellos puede en algún momento, colocar en riesgo a la empresa y hacer peligrar su licencia de operación y/o su reputación, lo que significaría una grave situación de frente a sus ventas y/o relación con sus proveedores.
El análisis de la materialidad es un paso importante y esencial para la realización de informes de sostenibilidad tales como el Global Reporting Initiative (GRI), para ello, sugiero empezar por responder de manera sencilla estas preguntas antes de tomar cualquier decisión que afecte (positiva o negativamente) a nuestros stakeholders:
- ¿Qué es lo que realmente interesa?
- ¿A quién le interesa? y ¿Cuánto le interesa?
- ¿Cómo se gestionará?
Luego de contestar estas preguntas, es importante seguir los siguientes pasos:
Identificación de aspectos: Determinar el área geográfica de los impactos que la organización puede tener, hacer una línea base para conocer las necesidades de los grupos de interés en dicha área y la repercusión de las operaciones de la empresa en su diario vivir.
- Priorización: Decidir los aspectos relevantes y prioritarios, con base a la importancia de sus impactos económicos, sociales y ambientales, así como de la influencia que tengan en las valoraciones y decisiones de los grupos de interés. En este paso es interesante el uso de una matriz de dos ejes que relacione el impacto y la influencia de mayor a menor; lo que ayudará a conocer cuáles son los aspectos importantes a considerar.
- Validación: Determinar el alcance, cobertura e intervalo temporal que tendrán las acciones de la empresa y el impacto en sus grupos de interés.
- Revisión: Analizar los aspectos considerados como materiales, desde la óptica de la retroalimentación obtenida con un proceso de diálogo con sus grupos de interés.
En resumen, la materialidad ayuda a aclarar el panorama de la empresa sobre los asuntos más importantes en su relación con sus grupos de interés y su entorno en diferentes espacios de tiempo; También refuerza los mecanismos y procesos necesarios para el aprendizaje y la evaluación de las prioridades en forma continua, y así determinar cómo se pueden producir mejoras en el rendimiento.
Así pues, la gestión de la materialidad en el marco de una estrategia de RSE deberá ser parte del corazón del sistema operativo de la empresa y así, se podrá comunicar de manera oportuna y transparente los progresos y los efectos de los compromisos de sostenibilidad, ayudando y anticipando posibles conflictos con sus grupos de interés.