Por: José Fernando Orellana Wer
Joven columnista y analista político. Libertario.
Guatemala está en medio de la crisis sociopolítica más profunda después de la de aquel año ’93. Aunque muchos han tratado de achacarle al sistema capitalista la causa todos los problemas que existen, que van desde la pobreza hasta la corrupción, debe quedar claro que tales premisas no pasan de ser puro palabrerío sin fundamento y desinformado.
Lo que sí es cierto, es que nuestra nación ha probado un poco de todo, desde la opresión de una teocracia maya, la de una monarquía católica, gobiernos autoritarios conservadores, hasta llegar a lo que tenemos hoy en día: un Estado Benefactor-Mercantilista. Un monstruo que se empezó a incubar en Guatemala en el año de 1945 con la creación de una Constitución a la medida de los caprichos más no derechos de muchos que no imaginaron o decidieron ignorar las consecuencias que su sistema tendría en un futuro.
El Estado benefactor-mercantilista está conformado por dos modelos predominantes como lo indica su nombre. En dos entregas explicaré en que consiste cada uno y cuales son sus consecuencias, con el objetivo de describir lo que el sistema imperante en Guatemala es. En una tercera se explicará lo que el sistema no es y debería ser si lo que estamos buscando es alcanzar la prosperidad y el desarrollo.
Empecemos por el mercantilismo. Con brevedad se puede decir que es un sistema en el que la competencia, la propiedad privada y el mercado en sí mismo, son controlados por el Estado en beneficio (y por presiones) de pequeños grupos de poder. Anulando así el desarrollo económico según la productividad y el esfuerzo de un emprendedor, para convertirlo en un ejercicio meramente político en el que pseudo-empresarios y funcionarios públicos trabajan en conjunto para ambos obtener un beneficio parasitario a costa de los que generan riqueza.
proteger la economía nacional».
Los mercantilistas hacen uso de mecanismos sutiles pero directos que se legitiman en la pervertida ley para incrementar su patrimonio. Medios que ante la opinión pública se presentan como nobles, pero que de nobles solo tienen el adjetivo. Son principalmente burocráticos-arancelarios o de tipo concesional.
Por mecanismos de carácter burocráticos-arancelarios, me refiero directamente a las aduanas. Las mencionadas se presentan como el método ideal para “proteger la economía nacional”. Existen incluso ingenuos que las defienden a capa y espada, aparentemente sin comprender lo que estas realmente representan. Las aduanas NO protegen la economía nacional; protegen la economía de los que no son lo suficientemente productivos y capaces para superar la oferta de otros que son verdaderamente emprendedores; afectando así la economía de los más pobres y de los que están dispuestos a esforzarse y crear.
¿Cómo me atrevo a aseverar lo anterior? Es simple, fijémonos en el hipotético caso de don Pedro, un pequeño empresario que desea importar zapatos de China con un costo por par de 150 Quetzales. Por otro lado, tenemos a doña María y los 14 accionistas de una corporación que fabrica zapatos en Guatemala y cuyo precio por par es de 160 Quetzales. Con el objetivo de proteger la “economía nacional”, el Estado fija un arancel del 15% a la importación de zapatos, cobra un 12% en materia de impuesto al valor agregado y establece seis documentos de importación[1]. De esta forma, el precio de los zapatos de don Pedro resulta siendo de casi 200 Quetzales y los de doña María se mantienen en 160. Don Pedro no puede emprender su negocio pues la rentabilidad del mismo ha sido anulada por el Estado y muchos individuos que podrían haber comprado zapatos a un precio más accesible, se quedarán sin hacerlo.
Por otro lado, el mecanismo concesional es otro al que ya estamos habituados. El Estado procede de forma ilegal a contratar servicios o adquirir bienes de empresas que sobrevaloran los precios. No importa si existe una oferta a u menor precio y de mejor calidad; si la empresa con el precio sobrevalorado es del tío, primo, hermano o del mismo político, el contrato es para ellos. Tal y como sucedió con el contrato en el que el Ministerio Gobernación pagó 184.7 millones de Quetzales en sobrevaloración de video vigilancia o con las mochilas que costaron a los tributarios más de 74 millones de Quetzales y para empeorar la situación, duraron a los estudiantes menos de una semana por la pésima calidad de las mismas.
Sintetizando, el mercantilismo un sistema clientelar que, como lo describió la filósofa Ayn Rand, permite la proliferación de “criminales por derecho y saqueadores por ley – hombres que utilizan la fuerza para apoderarse de la riqueza de víctimas desarmadas”.
Dejo al análisis del lector interpretar que otras consecuencias ha tenido el malicioso mercantilismo en Guatemala. En la siguiente entrega ahondaremos en las aguas putrefactas de lo que es el Estado Benefactor, para así generar un panorama de por qué este imperio de naipes en un momento iba a caer. Desde ya algo debe quedar claro, en Guatemala no existe ni ha existido nunca un sistema capitalista.
[1] Según datos obtenidos en una investigación presentada por el Centro de Estudios Económico Sociales .