Por: Jorge Samayoa
Seguramente en muchas ocasiones se ha preguntado ¿Por qué la mayoría de empresas fracasan tan rápidamente? Inclusive cuando su producto o servicio es innovador en el mercado. Existen muchas teorías concluyentes al respecto, la mayoría inclinándose a problemas de comunicación y/o publicidad. Cabe destacar que según Kotler las probabilidades de éxito de una empresa si la publicidad y el producto que ofrecen son fuertes son del 80%, dicha probabilidad disminuye al 42% si uno de estos factores es igual al promedio; por último, si tanto el producto como la publicidad son débiles, la probabilidad de éxito cae al 18%. Aún con esas tasas de probabilidad de éxito tan alarmantes, Guatemala tiene una tasa de actividad emprendedora de las más altas en el mundo; según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM por sus siglas en inglés) 2011 – 2012, Guatemala está entre los nueve países más emprendedores de un total de 54 países, destacando que por cada 100 guatemaltecos, existen 19 que están desarrollando una nueva empresa.
Podemos asegurar que el éxito y el fracaso están presentes en todos los aspectos de la vida humana, y las empresas al ser dirigidas por personas no son la excepción; las empresas respiran y crecen porque hay un entorno económico-financiero favorable a ello y una voluntad por parte de los empresarios de querer hacer las cosas bien.
El fracaso en empresas exitosas y con experiencia también es un riesgo latente, ya sea cediendo posiciones de liderazgo de mercado como en el caso de Sony a Apple (Walkman versus I-POD), por falta de adaptación como es el caso extremo de Kodak (reacia a entrar a la era digital) y no olvidemos, la extinción total de Enron debido a la falta de ética en su comportamiento empresarial.
Así como existe la teoría de la evolución de Darwin, que básicamente nos explica que las especies se diversifican por adaptación a los ambientes o modos de vida diferenciados, ya sea ramificándose, cambiando sus características a lo largo del tiempo de manera fundamentalmente gradual, con el fin específico de evolucionar a un mejor estadío que les dé mejores probabilidades de existencia; también existe el darwinismo empresarial, que básicamente busca la evolución de las empresas a una situación que facilite su existencia y potencie su posición de mercado, satisfaciendo las necesidades del cliente de una manera más eficiente y por ende, genere las utilidades que sus accionistas, directores y colaboradores esperan.
La evolución de las empresas no debe de tomar el mismo tiempo que la evolución natural, básicamente debido al dinamismo en la tecnología actual, así como de la capacidad de comunicación que la sociedad ahora tiene. Antes, los clientes debían adaptarse al producto que el mercado ofrecía, mientras que ahora es el producto el que debe de adaptarse a las necesidades del cliente, una máxima que los empresarios deben practicar, siendo condición determinante para supervivencia o extinción en el medio ambiente empresarial del Siglo XXI. Así las ventajas competitivas son de suma importancia – debido a que cada vez-, los productos son más homogéneos entre sí, por ello la calidad y la percepción de los clientes definen el consumo o no del producto o servicio.
Esta evolución no se enmarca en el cambio de la empresa, sino que deben de ser las personas quienes cambien viejos preceptos o paradigmas, con el fin de crear una demanda consciente e incentivar a los tomadores de decisiones de las empresas a presentar una oferta de productos y/o servicios evolucionados a las necesidades de la demanda. Paradójicamente, la evolución en la demanda a las empresas, no significa que triunfa “la ley del más fuerte” sino que triunfa, la percepción del más responsable, haciendo de las marcas concepciones positivas en el diario vivir de la sociedad.
El Siglo XXI demanda que las empresas evolucionen a ser responsables en sus acciones, tanto en su producción, su trato al medio ambiente y sus vecinos, su comunicación y el estricto cumplimiento de sus obligaciones, tanto morales como de la ley imperante de cada país donde operan y comercializan.
El motor para esa evolución es la Responsabilidad Social Empresarial, la cual es una estrategia de negocios que busca como fin principal crear condiciones que ayuden a la creación de riqueza, creando una percepción positiva en el mercado con base a participación ciudadana, desarrollo de sus colaboradores e identificación con su trabajo y empresa, bajando dramáticamente el índice de rotación de personal y al final, siendo partícipe del desarrollo de su región y país.
La empresa socialmente responsable es única, sabe que si tiene practicas amigables con el medio ambiente, tiene mejores posibilidades en el mercado, es consciente que al ser responsable en el uso de sus insumos será más eficiente y podrá desarrollar nuevos y mejores productos, responde a las inquietudes de sus vecinos así como a las autoridades locales, sabe que su reputación afecta positiva o negativamente a sus colaboradores y clientes, busca tener relaciones a largo plazo con sus clientes así como con instituciones de su comunidad, sus procesos de diálogo permiten anticiparse y responder a las expectativas de la sociedad, sus clientes prefieren consumir sus productos y en algunos casos pagan más por ellos, en su estrategia de negocio es importante el relacionamiento con su comunidad, atrae y retiene a mejores empleados, tiene reputación y clientes satisfechos y bien informados, invita a que sus proveedores tengan prácticas responsables también, entre otros.
Una manera de tener altas posibilidades de éxito para emprender una empresa así como de mantener liderazgo en el mercado, es tener una percepción positiva de la población y ser una empresa evolucionada al Siglo XXI, cuyas pretensiones económicas no están por arriba de su finalidad social, por lo que le invito a entrar al siguiente hipervínculo y ver qué hace una empresa responsable que por ende, es exitosa.
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