Por Marco Vinicio Mejía
Este 29 de agosto, Michael Jackson habría cumplido sesenta años. Murió en junio de 2009, a los 49 años, por una sobredosis accidental de calmantes, solo 20 días antes de su regreso a los escenarios con una serie de 50 conciertos en Londres, que habían pulverizado los récords de venta de localidades. Murió solitario. Y pensar que un día el mundo parecía ser suyo. Ese día duró lo que duraron los años ochenta. Para mí, fue cuando escuchábamos Rock with you con el más posible de mis amores enmohecidos.
Ese día volvió ahora, al recordar la vida de quien pasó a convertirse en uno de los mitos, porque desapareció antes de tiempo, como Marilyn Monroe, Elvis Presley y John Lennon. La inevitable mención a Elvis hace pensar en las semejanzas, pues a uno y otro les falló el corazón de tanto abuso de drogas. «El rey del pop» lo tuvo todo, menos una infancia que quiso recuperar en su rancho, convertido en la «Tierra del Nunca Jamás», al estilo de un Peter Pan que se niega a envejecer. Hemos envejecido pero a la mayoría no nos negaron ser niños como se lo impidió su padre Joe, el patriarca infernal, fallecido hace dos meses. Encerrados en una casa diminuta, donde convivían 11 personas, la violencia y la intimidación psicológica eran las armas del líder del clan Jackson. Su principal víctima era el más frágil de los niños, Michael.
Michael tal vez fue el primer rey negro en el mundo occidental, en donde los negros tienen su principal reino en los deportes. En el medio de la farándula, por más que se mencione a Ray Charles, James Brown y muchos más, ninguno había conseguido ser más que cualquier blanco. Michael continúa como «el más rico del cementerio». Según la lista de Forbes, de los artistas fallecidos que más dinero ganan, Michael generó 75 millones de dólares en 2017. Esa popularidad no permite superar la acusación de que abusaba de niños. De nada sirvió que ningún tribunal lo declarara culpable. Con él se demostró que es pura letra muerta la presunción de inocencia, la cual proclama que «toda persona es inocente mientras no se pruebe su culpabilidad». Como siempre, la simple acusación es, en sí misma, una condena.
Nunca se sabrá qué hubo o no de cierto en esta y muchas otras cosas. Desde la cámara de oxígeno hasta el cambio en el color de su piel, cuyo origen, probablemente, sí se debió a una enfermedad. Tampoco podíamos tener certeza si era hombre o mujer, negro o blanco, joven o viejo. Lo único cierto es que Jackson malgastó su dinero, aunque estuvo consciente del poder corruptor del lucro: «Dinero, dinero. Miente por él, espía por él, mata por él, muere por él».