Por: Violeta Hernández
Columnista de PERSPECTIVA
La región del Triángulo Norte de Centroamérica está bajo el foco de atención. A finales de enero, se anunció que el Presidente Barack Obama pedirá hoy, al Congreso de Estados Unidos, triplicar la ayuda financiera para que los guatemaltecos, salvadoreños y hondureños –en especial los menores de edad– tengan menos incentivos para migrar ilegalmente hacia el norte.
Esto deriva de la situación tan alarmante que se vivió en 2014. Al menos 51 mil 705 niños de esos países intentaron cruzar la frontera de manera ilegal y sin acompañamiento. En 2011 se registraron 3 mil 933 niños y el número de menores ha crecido sostenidamente desde dicho año por lo que se teme que continúe la tendencia al alza. Por ello, en 2015, tanto los Gobiernos norteamericano como centroamericanos desean revertir dicha situación.
En esa línea, los Gobiernos centroamericanos idearon la “Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte”, un plan para el período de 2015 a 2019 que contempla proyectos de desarrollo de infraestructura, formación de capital humano, incremento de la seguridad ciudadana, entre otros. El Gobierno guatemalteco anunció que los tres países necesitarían un total de 15 mil millones de dólares para ejecutar dichos proyectos; sin embargo, los representantes de Estados Unidos manifestaron que con mil millones de dólares estarían triplicando la ayuda hacia nuestros países y que darán continuidad a varios programas para reducir la pobreza e inseguridad ciudadana.
Independientemente de la evidente dificultad para financiar dicho plan, se percibe un cambio en la visión del fenómeno migratorio. Antes de esta lamentable situación, con frecuencia, se anteponían los beneficios económicos a los sociales. Por ejemplo, usualmente se consideraba positivo que las remesas crecieran año con año.
… si las remesas no se invierten, ni se utilizan para aumentar el valor agregado de la producción, entonces puede suceder que, en términos relativos, sólo se estén encareciendo nuestros productos de exportación».
Eso me lleva a referirme al primer mito: “las remesas son beneficiosas para las economías centroamericanas”. Es cierto que estos flujos de dinero contribuyen a mejorar el presupuesto de las familias y tienen efectos macroeconómicos beneficiosos. Sin embargo, si las remesas no se invierten, ni se utilizan para aumentar el valor agregado de la producción, entonces puede suceder que, en términos relativos, sólo se estén encareciendo nuestros productos de exportación.
Es decir, las remesas son una inyección de dólares que pueden contribuir a la apreciación del tipo de cambio real que repercute en la competitividad de nuestros países. De hecho un estudio publicado por CEPAL analiza esta situación con mayor profundidad (disponible en http://bit.ly/1D44qdq).
Ahora bien, para evitar el error de otorgar mayor importancia a los efectos económicos, es preciso indicar que las migración también ha influenciado el comportamiento de los hogares que reciben remesas. En ocasiones, estas transacciones monetarias ocurren luego de procesos de desintegración familiar, y se consideran como reemplazo del consejo y guía de los padres migrantes a sus hijos. Así también, se menciona que los receptores de remesas tienen menos incentivos para trabajar.
Por lo tanto, para desincentivar la migración y evitar los efectos económicos y sociales negativos, los presidentes centroamericanos apuestan por aumentar el ritmo de crecimiento de sus economías.
No obstante, Michael Clemens, investigador del Centro para el Desarrollo Global (CGD por sus siglas en inglés), apunta que contraintuitivamente los países con una riqueza más alta tienden a ser mayores emisores de migrantes (artículo disponible en: http://bit.ly/1yseYh2). Por ello, la promoción del crecimiento como estrategia para reducir la migración constituye el segundo mito al que me refiero en este artículo.
Según Clemens el crecimiento económico permite, entre otras cosas, que más personas tengan información sobre cómo migrar y también alcancen una capacidad financiera mayor para hacerlo (aunque se esperaría que en condiciones menos riesgosas). El menciona que el crecimiento favorece la movilidad de las personas y, por ello, los programas de promoción del desarrollo económico deben considerar esta situación.
Ciertamente, al presentar esta evidencia, en ningún momento quiero decir que no se deba promover el crecimiento económico de nuestros países, sino que el crecimiento económico por sí sólo no va a evitar que los centroamericanos sigan migrando. Más bien, se trata de generar oportunidades de educación, empleo y de una vida segura para todos. De manera que la migración sea “una opción y no una obligación” como indicó el canciller salvadoreño, Hugo Martínez. Por ello, el plan de la Alianza para la Prosperidad debe ejecutarse de manera que los beneficios lleguen a aquellas personas que merecen más oportunidades e incentivos para sentirse atendidos por sus países.
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