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viernes, abril 18, 2025

Separación y Desconexión

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La separación de lo que podríamos llamar alma y el cuerpo es lo que genera el gran abismo de la ansiedad. Vivimos en una época en donde vale más el estado material que la conexión espiritual con cualquier elemento abstracto que nos dé una luz más enfocada en la búsqueda del Yo. Es decir, la ausencia de una guía o brújula que mantenga en foco y en ritmo el trotar de la vida, hace que el ego domine las decisiones de nuestro día a día. Cuando solo somos egos topándonos unos con otros, el resultado es la batalla campal de caras grises que podemos observar en nuestro diario vivir. No es un tema religioso ni de estilo de vida new age, porque los fundamentalismos también tienen que ver con el ego. Ninguna religión tienen la razón cuando todas están hablando de lo mismo. Básicamente todas tienen la razón.

El ego es muy diferente al observador interno que todos tenemos. Ese con el que sostenemos diálogos en silencio. La voz que nos invita a hacer algo de una forma distinta a la que el ego y los egos de los demás nos invitan a hacerlo. Un compás moral si queremos llamarlo de alguna forma. Ese compás moral es el verdadero Yo. El Yo que ya lo tienen todo y por eso no necesita moverse para conseguir nada. El Yo que sabe que el tiempo y el espacio son dimensiones físicas que no nos dominan ni nos limitan. El Yo que se conecta con el Yo de alguien más y se reconocen como uno solo. Ese Yo es el verdadero Yo. El que se dio cuenta que respirar y estar, es en definitiva el trabajo a realizar en la vida. Todo lo demás es ego. El ego nos asfixia, nos atormenta y nos obliga a hacer cosas que en realidad no queríamos o no debíamos hacer. Por eso es tan común el arrepentimiento, tanto en el día a día como en las rutinas religiosas. El arrepentimiento es una manifestación de que existe un Yo que siempre supo lo que se debía hacer y un ego que impulso a hacer lo que no se tenía que hacer.

Un rito que nos obliga a tener plena consciencia de nuestros actos. Sin los tintes religiosos es una forma de meditación sobre alguna acción. Es por eso que las religiones impulsan mucho al acto de la toma de consciencia. El desbalance de la vida moderna no es nada más que la desconexión del Yo interno y el ego. El mundo exterior nos dice que todo es bueno, inclusive lo malo. El mundo exterior nos enseña que todo está separado. ¿Por qué? Porque lo dirige el ego de alguien más. Necesita de la separación para su existencia.

La lucha interna entre uno y otro es lo que hace que todo siga caminando. La dialéctica entre lo que se debe y lo que no se debe hacer es lo que hace que el mundo moderno siga su curso. Si ese curso fuera correcto, la ansiedad disminuiría y la necesidad del diálogo sería casi inútil. En un estado perfecto de balance las palabras sobran. En un estado imperfecto de balance las palabras confunden. El lenguaje es utilizado para manipular. Todo lo que pasa afuera de nosotros es algo que no podemos controlar. El lenguaje se utiliza para generar la ilusión de comprensión y de control. Pero si cambiamos la forma de entender y reinterpretar esa realidad, existe esperanza, porque el cambio entonces es interno. Es el Yo. El observador. El observador que afecta lo observado.

 

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