Por: Pedro Trujillo
El Tribunal Federal de Suiza (TFS) ha anulado la condena a cadena perpetua al exjefe de la PNC Edwin Sperisen.
Varias son las razones que esgrime el alto tribunal. Destaca los testimonios contradictorios de algunos testigos de la acusación -no valorados en la audiencia- y la falta de una adecuada defensa al no permitir los jueces interrogar a testigos propuestos por aquella o que declararon en contra.
¿Se deberá repetir el proceso?, es algo todavía por determinar. También tendrán que decidir si el señor Sperisen queda en libertad condicional y, seguramente, se recusará al fiscal que llevó el caso, a los jueces que intervinieron en el proceso y a la acusación particular: la ONG Trial Internacional que recoge en su web una interpretación interesada y parcializada del “éxito” obtenido, en lugar de cuestionar, cómo lo hace el TFS, la vulneración del debido proceso y el incumplimiento de la Convención europea de derechos humanos, amén de graves deficiencias al no admitir ni considerar testigos y pruebas.
La CICIG de entonces acusó -con idénticos argumentos, pruebas y señalamientos- en cinco juicios celebrados en diferentes lugares. Dos lo fueron en Guatemala e implicaron a los señores Rivera y Giammattei; uno en Austria, a Javier Figueroa y otro en España a Carlos Vielman, además del de Suiza. En los cuatro primeros los diferentes tribunales -¡muy distintos!- absolvieron a los encausados. En cambio, el suizo condenó a Sperisen. La lógica decía -y ahora muestra- que cuatro de ellos (80%) habían tomado la misma decisión: absolver, mientras uno condenaba, algo que no se entendía. Los tribunales reconocieron que, efectivamente, hubo muertos, violencia y ejecuciones, pero no pudieron establecer que fueron los encausados los responsables de esas actuaciones. Lo que cuestiona además el TFS es parte de la reforma judicial de 2011, por la que tribunales suizos puede admitir discrecionalmente testigos y de esa forma agilizar el proceso. Es la segunda vez que el TFS toma una decisión de esa envergadura y cuestiona los cambios, lo que se ha convertido en un auténtico problema. Eso de no observar los derechos humanos en el país helvético, lugar de nacimiento de la Cruz Roja y que se mantuvo neutral en las guerras mundiales, no es nada bien recibido.
¿Qué hará a partir de ahora la justicia suiza? Está por ver, pero queda claro que hubo un error serio, delicado y trascendente. También afloran intereses mediáticos y de ONG,s con incidencia en algunas partes del mundo, aunque allí no se esperaba. Además, la investigaciones de aquella CICIG dejan mucho que desear porque no sirvieron para condenar en ninguno de los países en que se presentaron. La conclusión es que debemos tomarnos más en serio eso de la persecución criminal y el debido proceso y aprender las lecciones que corresponda. De momento Sperisen lleva años en prisión y ahora, además, en un limbo jurídico.
Quienes en su momento hicieron camarilla tanto con Castresana como con Dall´Anese parecen guardar silencio, y seguramente se lamen calladamente sus heridas, aunque no lo reconocerán en público porque no es su estilo, su ética ni mucho menos su decencia. Volcaron sus deseos de venganza en la cúpula policial de la época para ver como trascendía el daño a otros colectivo, pero fallaron y únicamente les quedaba como caballo de batalla el caso Sperisen que ahora también se pone en duda.
¿Justicia?, por supuesto que si, pero todo bien hecho que pareciera ser no fue lo que hicieron en aquel momento.
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