“Las cosas se desmoronan; el centro no se puede sostener.” — William Butler Yeats
Nicholas Virzi
Yeats escribió su famoso poema, La Segunda Venida, para advertir sobre el fin del progreso, el orden y la civilización misma. Se debe entender el pesimismo del poeta irlandés en su contexto histórico. Escribió su poema durante la pandemia de 1920, dos años después de la Primera Guerra Mundial, en la cual habían muerto millones de personas y la firme creencia europea en el progreso lineal y constante de su civilización. Para Yeats, la Segunda Venida no sería un momento de paz y salvación, sino del ajuste de cuentas y el temor, que llegaría a realizarse por la apatía de los buenos.
Hoy en Latinoamérica, en medio de un temor pandémico, el mismo pesimismo atemoriza a muchos luego de la victoria electoral del presidente electo de Chile, Gabriel Boric. Boric es un político de marcada tendencia de izquierda que ha prometido cambiar por completo al modelo chileno de desarrollo. La desconfianza que muchos tienen de Boric se debe no solo a sus vínculos con movimientos políticos radicales, sino a que su base política incluye al Partido Comunista, que también había formado parte del segundo gobierno de la ex presidente de Chile, Michelle Bachelet, en el que Bachelet abandonó el pragmatismo centrista que había marcado su primera administración.
Boric ha intentado calmar las expectativas. Aunque el Partido Comunista de Chile ha expresado su apoyo a las dictaduras de Nicaragua, Cuba y Venezuela, Boric no dudó en condenar esos regímenes autoritarios durante la campaña, lo cual le generó controversia política. Mientras unos ven en la estrategia de Boric un pragmatismo político que refleja madurez y discernimiento, otros siguen con fuertes dudas sobre el peso que podrá llegar a tener el Partido Comunista en el nuevo gobierno de Boric. Se teme un ajuste de cuentas del tipo que advirtió el poeta Yeats, al mejor estilo comunista.
Aunque Boric intenta alejarse discursivamente del autoritarismo que ha caracterizado los gobiernos socialistas en Latinoamérica, ostenta con orgullo su ideología de izquierda. Boric promete acabar con el modelo neoliberal en Chile. Su habilidad de realizar su promesa depende del resultado del referéndum constitucional en 2022. Este año, el pueblo chileno votará para aceptar o rechazar la propuesta de nueva constitución. Los proponentes de una nueva constitución chilena pretenden reemplazar el Estado subsidiario por un Estado Social de Derecho, mucho más protagónico e intervencionista, que acabará con el concepto de propiedad privada y libertad individual como hoy se conoce en Chile.
La derecha chilena puede hacer poco o nada para detener este proceso. El pueblo chileno decidirá. Aunque la narrativa acerca de las últimas elecciones en Chile pintó la campaña política como una batalla entre el bien (la izquierda) y el mal (la “ultra” derecha), es mentira que la derecha haya gobernado en Chile en la última era democrática. Desde que el general Pinochet dejó el poder pacíficamente en 1990, el año después de que cayera el Muro de Berlin y, simbólicamente, la fuerza del comunismo global, han gobernado partidos del centro y de izquierda. En la era post-Pinochet, la famosa Concertación chilena, una coalición de partidos de centro y de izquierda moderada, dominó por 20 años el gobierno de Chile. En 2010, asumió la presidencia un gobierno de derecha. En 2014, uno de centro-izquierda, y en 2018, otra vez un gobierno de derecha. Todos gobernaron dentro del marco constitucional actual de Chile. En el tiempo, Chile alcanzó ciertos logros destacables.
¿Y cuáles fueron esos logros? Según los últimos datos de varias fuentes internacionales de reconocida reputación, Chile califica como el mejor país latinoamericano en desarrollo humano PIB per cápita, libertad, globalización, innovación, tecnología, democracia, imperio de la ley, efectividad de gobierno, y control de corrupción. Chile tiene la tasa de pobreza más baja de toda la región, y es uno de los pocos países de Latinoamérica que califica como un país de alto ingreso, según el Banco Mundial.
Sin embargo, el progreso alcanzado por el modelo chileno no fue suficiente. De hecho, el progreso generó cada vez más mayores demandas que el sistema político no fue capaz de atender en tiempo real. A este fenómeno, los politólogos lo llaman la crisis de expectativas crecientes.
El pueblo, liderado en gran parte por la juventud chilena, rechazó los logros del modelo chileno como insuficientes. El pobre manejo del gobierno de derecha de Sebastián Piñera de las protestas violentas, no ayudó a la causa de la derecha. Accedió a la demanda de una nueva constitución. Por su pobre desempeño en las elecciones para elegir la Convención Constituyente en mayo del 2021, la base de la concertación chilena, incluyendo a la derecha, así como el centro-izquierda, fue desplazada por los partidos de izquierda radical, y los independientes. En medio de la pandemia, los jóvenes votaron, los viejos participaron menos. Como resultado, la derecha no podrá vetar propuestas de texto para la nueva constitución. El referéndum popular determinará, a final de cuentas, si Chile tendrá una nueva constitución o no. Los independientes serán la bisagra, parece.
Guste o no, así funciona la democracia, a veces. En algunas excepciones, se intenta ignorar los resultados electorales como anómalos y no dignos de respetar. Eso ocurrió por varios años después del Brexit, o cuando ganó el “no” en Colombia y se rechazó la propuesta de Acuerdos de Paz en ese país. Así también resultó cuando Trump ganó las elecciones presidenciales en EE.UU. en 2016. A veces los resultados del proceso democrático son inaceptables, pero no esta vez. No en Chile.
Como advirtió Yeats, el centro chileno no se mantuvo. Se desmoronó. Si la nueva constitución chilena se aprueba en el referéndum en 2022, la izquierda extrema chilena tendrá la oportunidad y el poder de cambiar a Chile para siempre. La izquierda plantea deshacerse del legado del Pinochetismo, y su herencia, la Concertación que llevó a Chile a su situación de hoy.
La distinción de ser el país más rico, desarrollado y avanzado de Latinoamérica, antes le pertenecía a Venezuela, y antes que Venezuela, a Cuba. La historia nos dice lo que está en juego, no solo para Chile, sino para otros países de la región que afrontan elecciones próximas. Entre esos países figura Guatemala. El orden, el progreso y la paz no están asegurados. Si la apatía gana, el país pierde.