Las prisiones son un muestrario de los horrores que aparecen en las películas. A ello se suman la corrupción y el terror impuestos por los capos del crimen organizado y la indiferencia de un Estado que no asume como propio el problema. Para conocerlo a fondo, Perspectiva entrevistó a un ex director de cárceles que no puede ser identificado, así como a un ex prisionero. Además, Eddy Morales, ex director del Sistema Penitenciario (SP); Rudy Esquivel, vocero actual del SP; Dayrin González, participante en la definición de un nuevo modelo y Herliss Edelman, representante del CACIF ante una comisión que busca mejorar el SP.
Equipo editorial Perspectiva
“Como director de una prisión, ganaba Q5 mil 200 mensuales. Lograba sumarle a esto entre Q18 mil y Q20 mil, con los fondos que me entregaban los “encargados”. Es imposible decirle que no al sistema de sobornos, a menos que uno renuncie inmediatamente al empleo o prefiera terminar muerto, como ya ha sucedido. Depende de la cárcel, así es la recaudación. El encargado le cobra al privado de libertad y la cadena sigue hasta llegar al Director del sistema. El director de cárcel más honesto no tiene poder real. La relación es entre los capos y el Director General del SP, quienes incluso disponen a qué centro se mandará a ciertos reos desde el momento de la condena”, asegura un ex funcionario, quien durante dos años y medio dirigió siete cárceles diferentes.
Este funcionario recuerda el caso de una prisión cuyo director ingresaba en su carro tres maletas llenas de botellas de licor. “Adentro, vendía cada caja en tres mil quetzales. Con el sistema de sobornos también entran las drogas y los celulares. En Cantel se supo que los mañosos eran los guardias. Se logró que varios cayeran y fueran consignados”.
Según cuenta, durante su paso por el SP realizó varias propuestas para mejorar aspectos como la salud, el deporte y educación de los recluidos. “Mis análisis de situación, diagnósticos y proyectos fueron rechazados por los tres directores del sistema que estuvieron en el cargo en esos dos años”, comenta, y agrega: “Para ningún gobierno hay preocupación ni prioridad en el tema. Lo único que parecía preocuparles a los tres directores del SP a quienes les presenté propuestas eran los insumos, especialmente para los traslados. El estado de los vehículos y los combustibles, pero jamás la rehabilitación ni la reinserción social”.
Los guardias penitenciarios no debieran estar en esos puestos por más de cinco años, asegura. “Algunos de ellos llevan ahí entre 15 y 20 años. Los turnos son de ocho por ocho, es decir pasan ocho días recluidos y otros ocho fuera. Viven junto a los reclusos y en condiciones a veces peores. Humanamente, qué se les puede pedir, si están desnutridos y mal remunerados, viviendo dos semanas al mes como si fueran presos”.
La falta de una carrera penitenciaria, evidente en el perfil de los guardias y en el poco tiempo que los funcionarios a cargo del SP ocupan el puesto, es uno de los tantos problemas que aquejan a ese submundo donde cerca de 23 mil personas ocupan un espacio diseñado para poco más de seis mil, regido por un gobierno interno paralelo y al margen de la sociedad, en el cual los presos “de primer ingreso” deben pagar alrededor de Q1,500 por una plancha de cemento para dormir y posteriormente, cuotas diarias para no hacer limpieza o “talacha”.
El mismo ex funcionario estima que en cada sector hay entre 150 y 200 recluidos, lo que significa entre 8,000 y 9,000 mensualmente de recaudación por cada prisionero. “Pavoncito no tiene ese sistema. Si bien el capitán Lima los usaba como mano de obra barata, ahí no se daban esos casos” y agrega: “La propuesta de reformar el SP no es suficientemente agresiva. Considero que el sistema debería enfatizar en la rehabilitación y la reinserción social”, concluye.
Herliss Edelman, representante del CACIF ante la Comisión Nacional de Salud Integral, Educación y Trabajo (CONSIET), del SP, narra que en una requisa se encontraron hasta caballos de raza. “Uno de los narcotraficantes recluidos tenía adentro una pequeña granja. Hasta caballos de raza se encontraron. Otro recluso tenía un estudio que permitía realizar grabaciones de primera. La corrupción es parte del sistema. El enriquecimiento ilícito es parte del quehacer penitenciario y la penalización no pasa del despido”, señala.
La cárcel, desde la perspectiva de un ex recluso
“Si uno quiere que sus familiares no sean agredidos o las mujeres violadas a la hora de visita, debe pagarle dinero a los encargados. Se paga por las sillas de plástico donde se sientan las visitas, por no hacer talacha, por tener una comida decente. Los que no tienen dinero son llamados “presos basura” y los encargados logran que el director los mande a Pavoncito, pero antes de que los trasladen, son obligados a dar los números telefónicos, nombres y direcciones de sus familiares, para extorsionarlos”, narra un individuo que este año fue liberado de una granja de rehabilitación.
En los años que pasó recluido, primero en el Preventivo de la zona 18 y posteriormente en la granja, ganó mucho dinero. “Era el vendedor de mariguana ahí adentro. Fue una suerte. De no hacerlo, hubiera pasado muchas penas, incluso la violación que se realiza contra los que no llevan dinero. Y seguramente, después me hubieran mandado a Pavoncito. Adentro, si uno tiene dinero lo tiene todo. Tuve suerte de que un capo me conocía de la calle y ordenó que no me tocaran. Luego me propuso el negocio que me permitió vivir hasta mejor de lo que vivo ahora”, comentó.
Según dijo, los capos reciben visitas de mujeres elegantes y sofisticadas. Edecanes, modelos y hasta presentadoras de televisión ingresan a las fiestas faraónicas que los “narcos” celebran en la prisión. “Les pagan a algunos presos para que cada una de las mujeres diga que llega a visitarlos y de esta manera puede ingresar todo el grupo. Adentro se dirigen a los apartamentos. Porque allá, si uno puede pagarlo, logra hacerse de un apartamento o un ranchón. Yo tuve ambos. La verdad, adentro vivía mejor, pero ante Nuestro Señor, lo único que quiero ahora es cambiar de vida. No pienso volver a delinquir, no quiero estar otros cinco o diez años ahí adentro”.
Los peores momentos vividos en prisión por este ex privado de libertad fueron a su ingreso, cuando le ordenaron que limpiara los baños con las manos, y posteriormente cuando le tocó presenciar dos motines. En uno de estos asegura que fue testigo de un ritual que incluyó un acto de antropofagia realizado por “mareros” contra un “paisa”. “Después de que ellos mataron a varios de los nuestros, nosotros respondimos y como resultado, casi 20 miembros de la pandilla 18 fueron muertos”, recuerda.
Sistema anacrónico y disfuncional
Rudy Esquivel, vocero del SP, explica que en sus inicios, el sistema de granjas de rehabilitación fue un modelo innovador. Se comenzó a proponer en la década de 1920 y se instaló hasta 1967. “Ahora ya no es una estructura funcional, especialmente por el hacinamiento. Por ejemplo, el Boquerón tiene capacidad para 80 personas y aloja a unos 600. Pavón fue creado para 600 y hay 4,000. Esto se da en todos los centros de reclusión. Además, en el país no existen cárceles de máxima seguridad y la presencia de las maras, así como reos sociópatas, personas con problemas psiquiátricos y psicópatas, que suman hasta 10 perfiles criminales diferentes, complican el panorama”..
Para Esquivel, es indispensable que se ubique a los privados de libertad según el perfil criminal que tengan. Este aspecto también es mencionado por la Dra. Dayrin González, especializada en Seguridad Estratégica, quien tuvo a su cargo la dirección interina del penal para mujeres Fraijanes I, una experiencia piloto que pretende importar el modelo penitenciario de la República Dominicana y es avalado por la Organización de Naciones Unidas (ONU)
Actualmente, hay unas 80 reclusas en ese centro, señala Esquivel, quien agrega que ahí se implementa la política de “cero ocio” durante el día, a lo que se suma el nivel de compromiso y honorabilidad requeridos en el personal, agrega González, quien impartió clases en la escuela penitenciaria, de reciente creación.
La sociedad se modificó drásticamente desde la década del sesenta, cuando el modelo actual de granjas era una novedad, y la fecha. Entre otros factores para el desgaste del SP, está la aparición en la escena de dos actores de muy alto riesgo: las maras y el narcotráfico. En el interior de los penales, estos dos grupos se disputan la conducción y la recaudación de fondos. “Para un ciudadano común, entrar en la prisión es un motivo de vergüenza y condena social. En el universo de las maras y pandillas, entrar a la cárcel es una especie de condecoración que les representa un ascenso en el escalafón de su grupo criminal”, dice Esquivel.
En diez años todo cambió. Se incrementaron los perfiles y los delitos de alta peligrosidad y se constituyeron redes criminales corporativas. Esto, señala Esquivel, pudo ser prevenido y de alguna manera, “todos somos responsables”.
Propuestas de solución
Las llegadas de los presos a tribunales pueden desencadenar incidentes dramáticos, como cuando dos grupos de pandilleros rivales se enfrentaron a cuchilladas en un juzgado. Más adelante también hubo balazos en otro juzgado. Esto, afirma Esquivel, ha mermado con el sistema de videoconferencias, que se utiliza en algunos casos.
Recientemente, también se instalaron equipos de cámaras internas en centros diferentes. Con estos, se han logrado detectar algunos intentos de ingresar objetos no permitidos. Estos equipos son controlados 24 horas por personas que se turnan, comenta Esquivel.
Otro aspecto que urge resolver es el tema hospitalario. Más de una vez se han presentado hechos sangrientos en hospitales públicos, donde han muerto pacientes, personal de salud y guardias penitenciarios. “El nuevo modelo propone que existan hospitales en las cárceles”, dice González.
Herliss Edelman asegura que las autoridades del sistema no tienen ningún interés en la rehabilitación. “La CONSIET nunca fue invitada a conocer el nuevo modelo propuesto. No creo que un modelo pueda copiarse e implantarse con éxito, acá hay una realidad y en la República Dominicana otra muy diferente. Los guatemaltecos debemos crear nuestro propio modelo. Es ofensivo que adoptemos un modelo impuesto desde afuera”, señala.
Según Edelman, en la cárcel piloto del modelo, Fraijanes I, las autoridades seleccionaron cuidadosamente a las reclusas. “No deben ser mareras, no deben ser problemáticas ni conflictivas. Cuidado y monjas meten ahí”, afirma. Al mismo tiempo narra que la CONSIET colaboró con un club de lectura en un reclusorio de mujeres.
“Había 10 integrantes y llegaron a ser cien. A través del CACIF, una librería nos donó 10 cajas de libros y las autoridades de la prisión no nos dejaron entrarlas. Tampoco han dejado que se ingresen estufas, colchones y otras donaciones que hemos logrado conseguir, mientras muchas cosas ilegales entran por la puerta y los presos salen por la puerta. La Patrona es un caso clásico”, dice.
A su criterio, mientras el SP no se convierta en un asunto de interés para el Estado, los problemas que constituyen un cáncer social que nadie quiere ver se mantendrán vigentes.
Eddy Morales, sociólogo especializado en criminología quien dirigió el SP en dos momentos, sintetiza los problemas en los siguientes puntos: 1. Infraestructura obsoleta; 2. Corrupción administrativa y operativa; 3. Recurso humano escaso, no idóneo y sin vocación; 4. Hacinamiento y sobrepoblación reclusa; 5. Falta de control; 6. No hay clasificación de reclusos según el perfil criminal y el nivel de peligrosidad; 7. No hay un censo de reclusos; 8. Poca implementación del régimen progresivo; 9. Incumplimiento de la Ley y de la Política Penitenciaria; 10. Extorsiones; 11. Falta de control físico de ingresos de reclusos, visitantes y abogados litigantes; 12. Falta de planificación estratégica.
Las soluciones sistematizadas y sintetizadas por Morales serían: 1. Reforma integral, comenzando por la reforma a la Ley 33-2006 del SP y la Política Penitenciaria; 2. Buscar medidas alternas a la prisión, para mitigar el hacinamiento; 3. Implementar controles con alta tecnología; 4. Buscar alianza con el sector privado, para una transformación gradual e integral; 5. Establecer un fondo privativo que ayude a la autogestión del SP; 6. Implementar un plan de depuración y clasificación de recursos: guardias, personal administrativo y operativo; 8. Construir cuatro complejos penitenciarios en las antiguas granjas y dotarlos de tecnología.