El mapa político se reconfigura y las organizaciones proliferan, en un contexto en el que los partidos raramente traspasan una década de vida. La inclinación es netamente electoral, como evidencian 70 organizaciones, entre partidos y comités, con miles de afiliados que, en la práctica, difícilmente conocen los estatutos de la organización en la cual militan.
Roxana Orantes Córdova
A diferencia de países con sistema democrático sólido y cultura política, Guatemala se caracteriza por la abundancia de partidos y comités pro formación con una existencia casi siempre efímera.
Estas organizaciones, rara vez son conocidas a fondo por la ciudadanía que acude a votar a las urnas cada cuatro años.
Al revisar el sitio web del Tribunal Supremo Electoral (TSE), es evidente la cantidad de grupos, y todo pinta a que se incrementará. La mayor parte, probablemente no logrará colocar diputados y terminará anulada por el TSE.
El clientelismo es el sello de política nacional, y se extiende desde que se definen las listas de candidatos hasta el pago de favores a sus financistas por los favorecidos con puestos de elección popular.
Mapa político: muchas organizaciones pero mínima incidencia
Actualmente, 70 organizaciones: 20 partidos y 30 comités, se alistan para la carrera electoral, en la que pocos serán los favorecidos y muchos terminarán reciclándose.
Algunos de ellos, como el comité pro formación Nueva Ciudadanía, constituido en el proceso electoral anterior, llegan a la cancelación antes de convertirse en partidos políticos.
Otros, como el partido Victoria, tienen una fuerte presencia local pero mínima repercusión nacional, y si bien acumulan señalamientos, sus líderes se mantienen en puestos de elección popular.
La Unidad Nacional de la Eperanza (UNE), consigna 89,155 en el TSE y el Partido de Avanzada Nacional (PAN), 41,781. Valor cuenta con poco más de 30 mil, y el resto de organizaciones, entre 23 mil y 20 mil afiliados.
La derecha, en una peligrosa atomización
Este año, Valor inauguró el Instituto Republicano de Formación Política y la Escuela de Capacitación de Líderes.
En este partido participan la ex canciller Sandra Jovel; el capitán retirado Oscar Platero y el empresario Eugenio Garavito. Aunque su estrategia parece la adecuada, al promover la formación de sus bases, la apuesta por Zury Ríos los coloca en el riesgo de no poder participar con presidenciable.
Pero más allá de que Valor quede sin presidenciable, el riesgo para la derecha es que no parece inclinada a unificarse. Esta división fue evidente en varios momentos, como las elecciones de Junta Directiva y las votaciones por Estados de Emergencia.
Izquierda, donde el disenso es el peor de los pecados
«Son igual a cualquier partido», afirmó el abogado Rafael Maldonado en marzo, cuando Suzzane Brichaux fue expulsada de Semilla, donde según argumentaron ella y su abogado, impera la misoginia.
Brichaux fue separada de la organización que fundó por denunciar prácticas poco democráticas, cuando Thelma Aldana era la líder que los representaría como presidenciable.
Recientemente, Semilla expulsó a Alberto Sánchez-Guzmán, no por un señalamiento de acoso sexual, sino por votar favorablemente a la ley que inauguró las alianzas público privadas.
En otros partidos de izquierda, el panorama es similar. Un ejemplo, es la discrepancia entre la secretaria de Winaq, Sonia Gutiérrez y el diputado Aldo Dávila.
Recientemente, el diputado Osmundo Ponce motivó anticuerpos en el interior de la URNG, luego de que Ponce afirmara en público que está contra el aborto (aunque favorece el cambio de tipificación de dicho delito en el Código Penal).
¿Militantes que no conocen su partido?
Cuando se acercan las elecciones, es común ver grupos de activistas afiliando ciudadanos para diferentes partidos. Esto es perfectamente legal y legítimo.
Algunos lograron el número requerido por la ley recurriendo a trucos. Por ejemplo, un partido que actualmente tiene representantes en el Congreso, pedía a los transeúntes firmas «contra la corrupción» que resultaron ser hojas de afiliación.
Muchos terminan militando en partidos de los que no conocen ni los estatutos, no a cambio de láminas o bolsas de víveres, sino por expresar su disgusto con el flagelo de la corrupción.