Por: Redacción
Presentado al público al finalizar la Cuaresma, el texto Aproximación a la identificación de las imágenes de Jesús después de la flagelación en el arte de Guatemala, constituye un recorrido a través del arte religioso.
El autor comienza identificando las características comunes de tres pinturas que pudieron inspirar las tallas y se encuentran en las iglesias del Cerrito del Carmen de la Nueva Guatemala; el Calvario de la Antigua Guatemala y el Museo de Arte de Tegucigalpa.
En las tres obras referidas, Jesús aparece después de haber sido flagelado, buscando sus vestiduras. Según narra el autor: “La imagen de Jesús que figura en la parte central de cada obra está rodeada de un elemento fundamental: la columna donde fue azotado”.
El cuadro que puede observarse en el presbiterio de la ermita del Cerrito del Carmen es un referente para comprender el arte y la devoción a la Pasión de Cristo en el antiguo reino de Guatemala, señala el libro, donde se agrega que la obra pudo estar inspirada en el grabado de Cornelis Galle “El Viejo”, llamada: Cristo recogiendo sus vestiduras “O tristissimun spectaculum”.
Estas pinturas, comenta el texto, inspiraron a su vez las tres esculturas que dan origen al estudio: Jesús después de la flagelación. Las tallas analizadas por Urquizú se encuentran en las iglesias de Santo Domingo y la Candelaria, de la Nueva Guatemala de la Asunción y La Merced de Antigua Guatemala.
Son tres imágenes de tamaño natural (aproximadamente, de 1.60 m. si estuvieran de pie), y en las tres se aprecian “como parte de su discurso”, la columna de la flagelación, una soga y un cilicio que aparecen en las pinturas mencionadas anteriormente.
Conocidas como Jesús de la Caída de la Buena Muerte, estas obras artísticas cumplían un papel preponderante en los ejercicios espirituales de la Semana Santa, cuando servían como guía didáctica en la recapitulación y enseñanza de la Pasión de Cristo.
Entre las enseñanzas que estas tres imágenes trasladan a quien las observa, está la necesidad de cultivar virtudes como la humildad y la paciencia. Contemplar cualquiera de estas esculturas puede provocar sentimientos diversos, que van desde el temor infantil a la identificación con el sufrimiento, especialmente entre adultos mayores o personas enfermas, señala Urquizú.
El contexto del barroco en Guatemala
Las expresiones religiosas didácticas durante la conquista y colonización iniciaron con representaciones de autos sacramentales que derivaban del teatro medieval. A través de estos se inició un primer acercamiento de los pueblos originarios de México y Guatemala a las creencias cristianas.
Las órdenes religiosas obtuvieron el derecho de adoctrinar determinados territorios. Y existían distintas versiones de las expresiones religiosas artísticas dependiendo de la orden que tuviera el derecho de doctrina.
“El culto a Jesús después de ser azotado cuenta con diferentes versiones, rastreables en el examen de los imaginarios de los pueblos que eran ampliadas constantemente por las vidas ejemplares de los místicos de las distintas órdenes religiosas, que tenían como tronco común “El Triste Espectáculo” de su Pasión y Muerte”, señala el autor.
El ámbito dominico usó los mismos escenarios religiosos y fue esa orden, a través de Fray Bartolomé de las Casas, la que inició a realizar las representaciones de imágenes religiosas, primero teatralmente y luego en obras de arte.
La evangelización tuvo un importante auge derivado del Concilio de Trento, que es calificado por Urquizú como el elemento que dio unidad al proceso de unificación ideológica en los reinos españoles. Esto, señala el autor, fue “apoyado por el III Concilio Mexicano, donde cobró vida propia el uso de imágenes”.
El Concilio de Trento impulsó las devociones y formas de piedad a la Pasión de Cristo y entre finales del siglo XVI y sobre todo, en el siglo XVII, florecieron las cofradías de la Pasión, así como la imaginería y la pintura relativas al tema.
La época coincidió con el auge del barroco, que según Silvia del Valle (El barroco en Guatemala) tiene las siguientes características:
- Representa estados de ánimo;
- Sentido del movimiento, la energía y la tensión;
- Naturalismo, representaciones realistas;
- Fuertes contrastes de luces y sombras y
- Una intensa espiritualidad.
Todos estos elementos barrocos son evidentes en las esculturas estudiadas por Urquizú en su libro. Las imágenes que representan a Jesucristo en el momento inmediatamente posterior a la flagelación, evidencian un cuerpo lacerado, ensangrentado, con la espalda rota y las heridas abiertas que inclusive pueden mostrar huesos.
En uno de sus escritos, el ex cronista de Antigua Guatemala, Mario Gilberto González R, afirma: “Los imagineros legaron para la posteridad, imágenes de Nazarenos con la cruz a cuestas tan reales que parece que con dificultad, van a dar el paso con una mirada tan expresiva y amorosa que conturba; Cristos con una anatomía sorprendente y ajustada a los cánones artísticos. Unos al momento de la expiración, admirablemente captado ese momento crucial, aun con el aliento tibio y otros con un rostro sereno en señal de que todo está consumado”.
El espíritu del barroco declinó a partir del siglo XVIII y la imaginería religiosa también fue permeada por la Ilustración francesa, dando origen a imágenes menos dramáticas. También desaparecieron prácticas como la penitencia y la práctica de los penitentes de azotarse la espalda, como parte de la devoción al Jesús de la Columna, la Buena Muerte, la Humildad y la Paciencia.
Sin embargo, las imágenes legadas por el barroco guatemalteco son obras de arte que engrandecen el patrimonio de Guatemala y deben ser preservadas del olvido y la ambición de coleccionistas privadas. Este es el principal mensaje en la obra de Urquizú.