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jueves, abril 17, 2025

Trash. La basura a otro nivel

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“Es irónico que un recolector de basura cite a Nietzche de memoria”, afirma Wilson, quien trabajando en esa actividad encontró la magia de las letras y es el personaje inspirador para la última novela de Eduardo Juárez.


Roxana Orantes Córdova


Retrato de borracho con país, Exposición de atrocidades, Serenatas del hastío y Mariposas del vértigo son algunos de los textos publicados por Juárez, quien espera publicar su próxima novela en el primer trimestre del año próximo. Trash es el título de este libro basado en la vida de Wilson, quien comenzó a recolectar basura a los 13 años y en casi tres décadas se convirtió en un lector compulsivo que tiene 2,500 volúmenes encontrados entre los desechos.

Foto 2Juárez y Wilson

Como toda obra literaria, Trash es una narración construida con fragmentos de la realidad y mucho de las posibilidades encontradas por el autor. Según cuenta Juárez, la novela abarca 24 horas entre un día y el siguiente. “Casi desde que nos conocimos pensé en escribir este libro. Aquel cuenta buenas cosas, genuinas. Mejores de las que he leído”.

El autor asegura que su novela “ni siquiera se acerca a lo que él vive en la cotidianidad”. Sin embargo, convirtió en literatura sus anécdotas y logró realizar un planteamiento narrativo que, como dice, “llevó la basura a otro nivel”.

La historia se lleva a cabo en una torre de microondas, “algo que tira basura”. La portada tiene una torre, un camión recolector y una palabra que sale de la torre: trash. Aunque no es una biografía de Wilson, “tiene mucho de aquel”. La inquietud por el arte, la desesperación que puede producir en un alcohólico liberarse de los demonios de la bebida.

“Ambos estamos recuperándonos del alcoholismo, por eso hay afinidad. Los dos sabemos lo que es andar bien fregado. Aquel ha vivido experiencias muy duras, dignas de estar en un libro. La basura es todo lo que está a nuestro alrededor, todo lo que vemos, pero al revés. Nadie puede decir que no tira basura, es parte de la vida actual. En la novela se mezclan experiencias de aquel con vivencias mías. En el fondo, es una búsqueda de esperanzas. Una búsqueda desgarrada, una especie de carnicería, pero así es la recuperación del alcohol”.

Eduardo le dio rienda suelta a las posibilidades literarias con base en las anécdotas de su amigo Wilson. “Menciono a Margarita Carrera, a Isabel de los Ángeles Ruano, a otros autores. Aparecen los libros de varios autores nacionales, incluyendo los míos, tirados en la basura. En la novela, el personaje encuentra una colección completa de literatura guatemalteca en la basura. El personaje trata de leerlos y no los entiende. Entonces, podemos decir que la literatura guatemalteca no es nada. Guatemala es bien ahuevante. El arte contemporáneo que uno encuentra es bien falso. La mayoría es así…una basura”.

Veintisiete años de trabajo y 2,500 libros

foto1. wilson

Hace casi tres décadas, Wilson era un estudiante de sexto grado que vivía en un área casi rural aledaña a una zona exclusiva de la capital. Comenzó a “capearse” de la escuela porque sentía “lo que ahora llaman buillyng”.

Durante largos paseos en bicicleta por la Avenida Las Américas, comenzó a recoger latas de cerveza para coleccionar. Así llegó a hacerse amigo de los recolectores quienes lo dejaban subir al camión para sacar latas. Pronto fue expulsado de la escuela e inició su vida como recolector.

“Cuando vi que ya no tenía opciones de ir a la escuela y que en la basura salían libros comencé a leerlos. A veces solo la mitad, a veces solo los títulos. El primero que me impactó se llama La genealogía de la moral, de Federico Nietzsche. Iba en el interior del camión, revuelto entre la basura que iríamos a botar. Leí dos páginas en el camión. Estaba tan bien estructurado que me gustó mucho, me memoricé ese fragmento. Otro de los textos que me impactó en aquel tiempo fue Casa de Muñecas, de Henrik Ibsen”.

Y así fue como comenzó a leer con voracidad.  En el transcurso de estos años, alterna su trabajo diario con asistencia a diferentes actividades culturales, visita a exposiciones y lecturas de libros. “Cuando me enteré de que en Guatemala también existían círculos culturales, me acerqué a ellos. A veces paso semanas completas sacando basura para ganar dinero, solo lo necesario para vivir. Otras semanas las paso en actividades culturales, conversando con escritores y artistas visuales. Soy algo así como un charamilero culto”, afirma.

En algún momento pensó volver a estudiar y se graduó en el bachillerato por madurez. También asistió como oyente a clases de filosofía en la universidad y sacó un tercer nivel de inglés becado en el Instituto Guatemalteco Americano (IGA). Al preguntarle lo último que ha leído, comenta: “Hoy leí la columna de Margarita Carrera. Hablaba de Homero, del personaje Aquiles. Me gusta, porque ella no se mete a hablar de política”.

Más que lector compulsivo se define como bibliómano. “Tampoco he leído tanto. Solo lo suficiente para no quedarme callado cuando sociabilizo”, afirma. Uno de sus sueños es acondicionar un camión de basura que ya no esté en circulación para montar una biblioteca móvil y llevarla a sitios donde la gente no tenga acceso a los libros. “Pero no aquí en la capital, no en la zona uno ni cinco ni diez. Quisiera llevarlo a las aldeas más lejanas, a lugares donde la gente no conoce los libros”, concluye.

Foto de portada: Univision

 

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