Mario Mérida
Escritor, periodista y docente universitario
Antecedentes
Hace algunos días se cumplieron 25 años de la firma de la paz entre el Estado de Guatemala y la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG (1996), que tardó mucho tiempo en llegar. Para alguno, el conflicto inició con el derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz (1951–1954). Para otros, con el fallido alzamiento de oficiales del ejército para derrocar al presidente, General Ydigoras Fuentes (1958–1963), quién después fue relevado por el coronel Enrique Peralta Azurdia (1963–1966), con lo cual el país regresó a un tensa tranquilidad, ya que no se podría hablar de paz, debido a que los oficiales que intentaron derrocar a Ydigoras continuaron alzados en armas a pesar de la amnistía promulgada en su momento por Ydigoras. El coronel Enrique Peralta sustituyó a Ydigoras, para entregar la Presidencia al licenciado Julio Cesar Méndez Montenegro (1966-1970), triunfante en las elecciones convocadas por el gobierno de facto.
Los primeros inentos
Las primeras acciones del presidente Méndez, fue hacer un llamado a los insurrectos. El responsable de llevar a cabo esa misión fue el canciller Emilio Arenales Catalán, la entrevista no se realizó por causa del fallecimiento de Turcios Lima, en un confuso accidente de tránsito. Para algunos fue preparado por las fuerzas de seguridad del Estado; mientras que para otros fue una acción planificada desde el interior del movimiento armado, debido a las conversaciones que tendría Arenales.
Muchos bregaron por la paz
Innumerables actores civiles, militares, organismos internacionales y los gobiernos instalados a partir del retorno a la democracia (1966), se esforzaron para la paz. Desde el Estado se desarrolló una política de defensa del país, acompañada de programas de beneficio social y económico. Además, de la promulgación de amnistías a lo largo de todo el enfrentamiento armado interno (1962-1996).
El primer compromiso serio por la paz fue la aceptación y apoyo al Grupo de Contadora (1983), iniciado durante el gobierno del General Ríos Mont y oficializado durante el gobierno presidido por el General Mejía Víctores (1983-1986), además del pronunciamiento de neutralidad de Guatemala, en caso de surgir un conflicto en Centroamérica.
Con el arribo del licenciado Marco Vinicio Cerezo Arévalo (1986-1990) a la presidencia, los esfuerzos por lograr la paz se dinamizaron por medio un nuevo concepto denominado “Neutralidad Activa”, que condujo a los Acuerdos de Esquipulas I y II (1986-1987) y derivado de estos, se realizó la primera reunión formal con la URNG en Madrid España (1987), con la cooperación del gobierno de español. La comisión estuvo a cargo del licenciado Roberto Valle Valdizán (+), Alfonzo Alonzo, el embajador Danilo Barillas (+), el suscrito y otros oficiales superiores, que no eran parte de la comitiva, pero igualmente participaron como observadores.
La propuesta planteada a la URNG, contenía los siguientes temas: amnistía para los insurrectos, previa deposición de las armas, e incorporación a la actividad legal y política. La reunión finalizó sin acuerdos, pero con el compromiso de continuarlas en cualquier momento.
A Vinicio Cerezo, le sucedió el Ingeniero Antonio Serrano Elías (1991–1993), quien tiene el crédito de haber llevado el proceso de paz ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), y con ello la formalización internacional, además de hacer parte a este organismo del proceso de paz. Serrano fue removido del cargo tras su fallido intento de auto golpe de Estado (25/mayo/1993). Ramiro De Leon Carpio (1993-1996) su sucesor, relanzó el proceso nombrando para coordinarlo al doctor Héctor Rosada, quién lo entregó a Gustavo Porras (1996).
La paz, fue firmada trece años después (1983-1996), concretándose el cese del enfrentamiento y la incorporación de los integrantes del URNG a la legalidad; pero, el espacio creado abrió las puertas a una confrontación ideológica -sin mediadores-, no entre quienes se enfrentaron militarmente, sino entre los actores corresponsables de las condiciones que sirvió de justificación a una larga confrontación (1946-1996).
Los grandes perdedores de la paz fueron los militares. No obstante, tanto los oficiales de alta como los jubilados, son respetuosos de los acuerdos a pesar de estos, ahora perseguidos, encarcelados y condenados sin más evidencia que los testimonios de quienes se autoproclaman víctimas. Sustentados o armonizados la mayoría de las veces en el informe de la Comisión del Esclarecimiento Histórico, CEH, que inicialmente intentaron controlar los norteamericanos, como se conoció tras conocerse el Informe de la embajadora Marilyn McAfee al Departamento de Estado, acerca de la integración de la comisión de la verdad -Comisión para el Esclarecimiento Histórico- (20/01/1994):
“En cualquier caso, al tratar esta cuestión -Comisión de la verdad-, debemos ser cautelosos y evitar dar la impresión de que estamos preparando un diseño para una comisión de la verdad o, por el momento, de que adoptemos una postura sobre si debería ser incluida en un acuerdo. Hacer cualquiera de las dos cosas identificaría los temores latentes de que los Estados Unidos elaboren una lista de depurables, y complicaría el proceso de paz. Nuestra exploración debería ser preliminar, multilateral donde sea posible, y hecha de la manera más discreta posible”.
“Creemos que también sería útil que el Departamento ordenara a la comisión estadounidense ante la ONU hablar con los representantes de los amigos en Nueva York y, si ellos están de acuerdo, con Jean Arnault y/o Marrack Gouldin, para obtener su perspectiva sobre la seriedad de este problema”, en referencia a la Comisión de la verdad.
Epílogo
Los esfuerzos por finalizar el enfrentamiento armado fueron entorpecidos desde sus inicios, incluso por aquellos a quienes les era económica y socialmente rentable la paz, porque no tenían el control del proceso de negociación.
Al interior de la URNG, también existió resistencia de algunos de los cuadros medios, igualmente en las fuerzas armadas por razones más de forma que políticas o ideológicas. Es decir, relativas al acuerdo que establecía la Función del Ejército en una sociedad democrática, la modernización, bajo criterios de reconversión y la formación de una comisión de la Verdad, con una intención perversa.
Para concluir cito lo expresado recientemente por la licenciada Raquel Zelaya, con motivo de los 25 años de la firma de la paz:
“El proceso de paz es hijo de su tiempo. Otro elemento es que el proceso de paz siempre tuvo adversarios fuertes, drásticos, concretos y amigos muy tibios. Esos amigos tibios que en lo privado reconocieron la necesidad de cambios, pero en lo público no podían admitirlo, pues su base diría que lo cooptaron, mientras que quien adversaba lo decía con nombre y apellido. Los prejuicios todavía son fuertes y la cultura política es precaria. No entendemos las luchas comunes por la democracia, siempre desde nuestras trincheras (La Hora 25-01-2022).